La araña tomó un descanso. Sus ocho patas cansadas de pedalear, no resistían esa cordillera oculta entre nubes verdes. Su pequeña nave había perdido combustible. El almíbar ya no era el mismo de antes. No obstante, se permitía un descanso. A lo lejos una oruga iba poco a poco de vuelta a su hogar. Pobre obrera, pensó.