-

-

enero 02, 2015

Folium

Se descuadra la hoja en el montón.
Desde sus yemas la toma y parece acariciarla antes de entrar al rodillo. 
Su inspiración trepa desde el desparpajo de quien se siente culpable. Es inocente la hoja, sabe que lo de ella es un subterfugio. 
Afuera la noche parece somnolienta, le dijo una. Todo es arrepentimiento a esta hora, contestó la otra. Abajo, arrugadas e inertes solo pueden comentar. Las advertencias no sirven.
La dobla y sube aquella hasta quedar presta, listísima para llevar golpes. Los espera, los necesita. No llegan. Espera quieta. Teme que su destino sea como el de las treinta que yacen en la papelera. Cuenta... Ya va por cien. Nada. La mira desde su doblez. Recibe una mirada de vuelta. Nada.
Dice que está bloqueada, lo oí decirle a alguien, argumenta una en el fondo. Eso lo hemos escuchado todas, ¡vaya novedad la tuya!, increpa otra un montón más arriba.
La mira tomarse la cara. Suda, espera lo peor. Quisiera adherirse al rodillo, sujetarse como rémora, ser cola, cemento, piel. 
Se restriega los ojos, la mira como lánguida. Ojos de mujer, hoja que mira. Un intercambio silente. 
Ella teme que su temblor sea visible, pero afortunadamente la barra la sujeta firme. No puede flaquear.
Aquella ha estirado sus manos por encima del librador. Esta aguanta la respiración. De pronto ve como se acercan unas tras otras... En su asombro casi no ha sentido, han sido pequeños golpeteos, caricias que le dejan ennegrecida, felizmente marcada. Ha pasado su miedo. Ha sobrevivido.