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diciembre 22, 2010

¿Fiasco afectivo?

Cerró el libro y lloró. No sé porqué, pero su sollozo parecía una canción de cuna. Un arrullo entrecortado que hacía ascender arrítmicamente sus hombros. Sus manos tapaban su faz. El sonido era sordo, tal vez un poco gutural. Era raro estar presenciando este momento. Me sentí incómoda. ¿Qué decir de manera apropiada? ¿Qué era “lo apropiado” para esta situación con Estefanía? Yo… mutis.
Otra.
Amalia colocó el teléfono sobre la mesa. Arrancó a llorar. Las pérdidas emocionales son pequeños cosmos donde surgen y fallecen mundos, en segundos. Destruida. Así la veía: una especie de sayona con los ojos prendidos a ese cuadrado. ¿Qué le había dicho, qué le habría confesado? Miraba el aparato y las lágrimas fluían como de un surtidor. ¿Acaso aquellas palabras iban como en un teleprompter mientras ella leía su desgracia? Tampoco supe qué decirle.
La última.
Elita me dijo baja. Tomé las llaves, el ascensor llegó a P.B. y frente a la puerta de vidrio, tras mi sorpresa, una nariz roja pegada a una cara tristísima. Acto seguido, el abrazo y el llanto pertinaz fueron uno. Como conteo silábico intentaba contarme algo que no podía descifrar. ¿Y yo qué hice? ¡Nada!, tan solo escucharla con sus palabras saltadas.
Las amigas son intensas y a veces una, la amiga a su vez, es tan simple: está. ¿Seré un fiasco?