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mayo 21, 2011

Ejercicio 3

Y entonces ella quiso confesárselo. Estaban en la pequeña salita del apartamento, tiradas sobre la alfombra. Afuera llovía, adentro sendos cafés espumantes entibiaban las manos. Isabel hizo un preámbulo: Montmartre y las hojas en otoño, el sabor del pan, la anciana que vivía en el apartamento contiguo. Ángela escuchaba plácidamente esos subterfugios, ya conocía a su amiga y sabía que las confesiones le encantaban, pero siempre les daba un tono de misterio previo.
Isabel se quitó los lentes de marco azulino y de frente, con su sonrisa chueca empezó aquella historia: Me prostituí en París.