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octubre 28, 2014

La tempranera

5:55 brilla en el reloj del horno. Preparo el café de los buenos días y de repente un grito desesperado de mujer, un llanto desgarrador me sobresaltan. Voy al lavadero y veo un cuarto con la luz encendida, las cortinas corridas, un apartamento sumido en la tristeza al lado opuesto de mi silencio. Los gritos entre gemidos largos y sentidos dicen: ¡Mamá: ¿qué te pasó!, ¿por qué?! 
Veo a la mujer agacharse, alzarse, tomarse sus cabellos. Colindan nuestras vistas pero no nos vemos. Ella, la afligida, solo aparece y desaparece de mi vista mientras los gritos no cesan. Una hilera de ayayay calla a las cotorras que vuelan de un árbol de mango a otro.
El edificio se ha despertado. El vigilante se pasea en planta baja y mira hacia arriba intentando dar con la fuente de esa lástima. Vuelvo la vista y se corre la ventana, alguien ha abierto. Quizá la mujer-hija-llorona. Miro en la ventana contigua, un gato mantiene el equilibrio en el borde. Más allá un hombre se asoma, ve hacia afuera.
La muerte hace visita tempranera. Al menos algunos están dispuestos y se van, tal vez, de manos tomadas a sabiendas que su tiempo acabó. Esa muerte con el sueño y desde la ancianidad es la que soñamos algunos. 
Seguimos con vida. Sorbo mi café. Doy Gracias a Dios.