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marzo 05, 2015

Tres velitas

Como todos los lunes desde hace varios meses, ella colocará tres velitas en el rincón del pequeño bañito y le pedirá a las Ánimas del Purgatorio. Cumplirá con ese ritual, triste y apesadumbrado, de rezarle a sus muertos. Su abuelo, su padre, los de muerte natural; sus sobrinos, sus amores, producto de la violencia. Ella no distingue sus dolores. Todos sus muertos le pesan en su corazón. Por eso no cree en mejores muertos o muertos más grandes.
Ella en su pobreza, en su dignidad, sigue fiel a su fe, sigue creyendo que la vida debería ser justa y que la maldad debería acabarse... No sabe si va a votar, desconoce ya de partidos y elecciones. Su única fe está puesta en sus santos, en sus muertos. Lo seguro es que vamos a morir, repite a sus vecinas. No cree en golpes diestros, solo ve siniestras ambiciones y una esperanza que como la llave del fregadero, va gota a gota, dejando una vaciedad en el ánimo que solo la consuelan rosarios y novenas a la Virgen del Carmen.
No, no le interesan loas al comandante, franela con ojos bizcos, ni galaxias ni imperios, mucho menos mentiras curtidas de burla. Ella no puede recuperar a sus afectos y para sus muertos solo puede pedir... Dale Señor el descanso eterno, que brillen para ellos, la Luz perpetua.