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marzo 20, 2016

Venezuela, la Felicidad y Eduard Punset

Dice el calendario que hoy es el Día Internacional de la Felicidad. Lo escriben en mayúsculas. Lo hacen notorio varias páginas en la red. Hay tuits con caras alegres. Suena de fondo la pegajosa canción de Pharrell Williams, "Porque soy feliz", y pienso en las razones, no propias, sino colectivas para sentir felicidad.

Más allá de ese discutible reporte mundial donde alguna vez fuimos ubicados, los venezolanos en este período histórico no resistimos una encuesta sobre ese índice. 

Para #Felicidad, la RAE tiene tres acepciones: "estado de grata satisfacción espiritual y física. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Ausencia de inconvenientes o tropiezos". Creo que, quizá, la que todo -y no exagero- todo venezolano ha tenido es la última... No hay impedimento o contrariedad que no se haya topado con nuestro camino feliz.

Venimos siendo un país agotado por la suerte adversa. Las malas noticias contaminan nuestro día a día. Las acciones del gobierno acoquinan nuestra sonrisa, el desánimo se apodera de nuestra esperanza. Sin embargo... hay un resquicio, estrecho tal vez, pero allí, existente, como un respiradero en una caja cerrada. Esa aberturita de aire, ese espacio entre la fe y el coraje nos insufla valor. Podremos llamarlo de diversas maneras, a lo mejor cada uno de nosotros tiene un nombre para eso que nos hace mantenernos en pie, aunque sintamos que -metafóricamente- estemos a rastras.

Esa fuerza interior que nos hace creer que esto va a pasar, que nos merecemos algo mejor, que, sobre todo, debemos hacer posible que estemos bien, se llama deseo de cambiar, y la felicidad solo sucede si decidimos serlo, si trasformamos eso que sucede alrededor, que nos lleva a andar en piloto automático, o, lo que es peor, que nos hace sentirnos sometidos por el control externo de las circunstancias.

Puede que se haya decretado un solo día para celebrar la felicidad, pero la responsabilidad para serlo es absolutamente individual. Lo importante es la conexión de seres que deseen ser felices, y que, dentro de un colectivo, sientan que es momento de hacer lo definitivo para cambiar ese estado de infelicidad.

Se trata de cambiar la manera de enfrentarse a este maremágnum emocional de ausencia de medicinas, inseguridad 24/7, desabastecimiento, apatía generalizada y propiciar cambios de conciencia en el entorno. Conversar, alentar, convencer a otros que es posible hacer cambios.

A veces podemos sentir que no ganamos mucho, así como Harvey Ball y sus únicos 45 dólares por esa carita feliz de la que somos dueños todos. Pero el mundo sonriente nace desde nuestro interior... Solo debemos hacer que otros lo descubran: la felicidad es abrirse al cambio y transformarse adentro primero, para ser agentes, a su vez, de cambios.

Ya lo ha explicado maravillosamente Eduard Punset y su grata conferencia: "La felicidad en tiempos de crisis": https://www.youtube.com/watch?v=N_LfjJ3QAt0

A ver si podemos reflexionar en nuestra decisión de ser felices, a pesar de los avatares y el funesto gobierno de turno.