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abril 12, 2016

Otro zapping

Solo vine a mirar, es mi turno, dijo un hombre.

La desidia siempre es una buena imagen. Infaltable los niños jugando entre el basural. Los hombres escupiendo porque desean dejar su marca al menos en el asfalto. Las madres embarazadas con la pobreza notoria en las suelas y los remiendos en las ropas de sus hijos a cuestas. La cara de todos con las marcas del desagravio.
El sol humilla a los que están en las largas filas. Son bachacos, son gusanos, son organismos vivos que se reproducen. Tienen agallas para respirar inmundicias y vitorear por mendrugos, pero les falta voz para reclamar dignidad, justicia y paz.

Es mi turno ahora, yo también quiero ver esto, dijo otro hombre.

La realidad no es telegénica. Las calles están ocupadas en los juegos del pesar o del placer. En las intersecciones el maquillaje excesivo se muestra a la luz de los faros. Las avenidas esperan incautos y desde lejos no se sabe. El ocultamiento pasa desapercibido tras los tacones y la boca se mueve, repta, succiona con avidez. Las serpientes se alzan, pero es tarde y no importa que se descubran paquetes bajo sospecha.

Se dañó la pelota. Una a cero, gritaba uno.
La dañaste tú. Cero a cero. Trampa, reclamaba otro.

No hay nada qué ver. Mejor busquemos otro dónde programar otras violencias. 

Mientras tanto, la mujer en eso que llaman platabanda dice que el viento favorece el secado de la ropa. Se ríe el marido y le responde: si hay agua, si hay jabón, si hay manos para lavar...