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diciembre 23, 2016

¿Qué digo cuando afirmo que trabajo con palabras?


Me esfuerzo en decir aquello que siento lo más verosímil posible. Es arduo, no trae satisfacciones. No soy de las tocadas por la musa y eso que hago habitualmente es un trabajo, simple... 

Soy una asalariada del lenguaje y, por tanto, cobro muy poco, dedico muchas horas y la retribución solo es un suspiro... Un frase alentadora de "bueno, está bueno", "sí, me dice 'algo', está ok, pero sigue adelante..."

Leo, escribo y me siento privilegiada. A la vez, soy una sufridora... Mientras más te enteras de lo poco que sabes, de lo nada que aportas en un mundo de textos inmediatos, videos brevísimos y pulgares arriba con corazones de salida automática, con todo ello, más sabes que el terreno del decir, ese amplio, de más de tres cuartillas está signado por la tragedia...

"Solo te leerá aquel que siempre ha leído" me dijo alguien una noche. A la mañana siguiente, con el café y el pan de costumbre, escribí una tontería a manera de mantra y busqué refugio en una novela de 350 páginas.

¿Qué digo cuando afirmo que trabajo con palabras? Digo placer, digo riesgo. Afirmo incapacidad, soy masoquista. Declaro sueños frustrados, confieso deseos humedecidos de tinta en un mundo de teclas con IOS y Android de testigos universales.

Apenas comienza esta tarde de viernes y no he almorzado. 
Mejor caliento mi comida en el microondas mientras releo para animarme "El peatón" de Bradbury.