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abril 07, 2010

Let's get it on

Estaba recostado. Su interlocutora frente a él lo miraba de arriba a abajo. Él leía absorto un mensaje en su móvil. “Uy”, pensaba ella mientras como un escáner lo inspeccionaba: el cabello castaño, mínimo corte; las cejas de arco indefinido, nariz estricta como de militar sureño. Él volteó al oír un chirrido. Ella ya recorría sus labios, brevemente rosados, el inferior algo más carnoso; su mentón de héroe griego, cuello noble, estilizado, atrapado entre una camisa con corbata famélica y de luto. -¿A qué hora piensas irte del taller? le comentó distraído sin verle a la cara. –Post merídiem dijo como locutora del tiempo haciendo un pequeño mohín imperceptible para él. –¡Hum! Masculló el guapetón. “Este desgraciado está taaan bueno” pensaba ella meneándose imaginariamente al ritmo de Marvin Gaye y su “let’s get it on”: come on, come on, come on, come on, come on darling… Se atrevería a ir más allá. Pero entonces él dijo: -¿La hora más o menos…2, tipo 3? preguntó en su jerga de caraqueño del sureste, esta vez mirándola a los ojos enormes de ella guardando su celular en el pantalón. -3:30 p.m. respondió sonriendo con una mirada golosa de “si-supieras-qué-estoy-pensando-este-niño”. –O K respondió pesadamente remedando las siglas de Ángela, sin querer entrar en el juego. Ella debía llevar unas muestras para imprimir en El Bosque, discutir con el señor Pasqualli el asunto de los colores, acordar la mejor tarifa, recordar lo de los colores de nuevo, pedir la factura y salir gloriosa si el viejo calabrés no se ponía con sus necedades de la cosa nostra cromática. –Io sé ragazza, lo mejore para esto es el Pantone 339…
Ricardo era de esos hombres que les gusta hacerse los “muros infranqueables” y ella que había hecho el cursito de parcours du combattant… la justificación perfecta para dejarse llevar. “Esta muralla cae” arrogante se decía para sí al momento de sonar al unísono el móvil del susodicho y una voz al fondo algo queda. Su mano de largos dedos entró en su bolsillo derecho del pantalón arrimando drásticamente la chaqueta. Lo tomó y observando la pantalla leía con la cabeza gacha. “Buen ajuste” pensó ella, frase mínima para la conciencia de Ángela en volandas desde hacía 5 minutos. -Te paso buscando a las 4 y media dijo repentinamente Ricardo. Ella no se esperaba eso. -¿Buscando... 4 y media, qué? Acertó tontamente a repreguntar mientras él se le acercó de golpe, le dio un beso y rápido salió del vagón riéndose mientras de espaldas se cerraba la puerta y le gritaba: -Para que nos dejemos llevar…