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mayo 21, 2010

Mínimas ficciones o escenas mínimas

Mínimas: Uno

Ella acariciaba limpiamente los cabellos. Se peinaba las ondas castañas, con suavidad, casi con ternura. Amelia la miraba sorprendida. -¿Cuánto tiempo llevas en eso Ágata? -¡Ah no sé, la vida tal vez!, y rompía una carcajada que inundaba el cuarto. Las risas se contagiaban y volaban por los aires, felices todas.

Mínimas: Dos (teñida de marítimos)

El viejo marinero tenía un atlas, enorme, voluminoso sobre la mesa con compases y carboncillos derruidos. Más allá estaba la telera, las drizas y los gallardetes apiñados ante los pasados pantocazos sufridos en el Atlántico. Esos mapas, esa colección construida andando puertos, apostando en bares, contaba con las láminas más brillantes que niño alguno hubiese visto, por eso al pasar sus dedos cenceños por las hojas, Mauricio, el pequeño grumete sentía que se adentraba casi sin respirar a mundos insospechados, desconocidos para sus apenas dos lustros de vida. Cada porción de verde, tierra y azul que observaba con sus ojos enormes, lo trasportaba sobre el reino de grayas, hacia las cavernas de Neptuno, sobre las espumas de Ofión. Así al orzar el velamen, la lantia resplandecía magnífica entre la rendija del iris del niño curioso.