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junio 23, 2010

Evocación

—¿Pero debe haber una sugerencia tal, que te mantenga como lector, casi adherido al relato?, desafió ella sorbiendo suavemente el tibio té. Su interlocutor la miraba, no obstante ella sentía que no la estaba escuchando. Sus dedos agitados como en sombras chinescas se movieron frente a la cara del sujeto regordete llamándole la atención: —¡Epa Gabriel estás ido!
—Disculpa chamita, sí, me fui, me fui, coye disculpa, respondió torpemente acomodándose en la silla de la esquina estrecha del Saint Honoré. Compartía mesa con su “hippie-partner” como él le decía a Sandra: alta, delgada, castaña de cabello y mirada, con múltiples pulseras en su muñeca derecha y un sempiterno bolso de yute, enorme. Esas últimas eran las características que siempre salían a relucir cuando alguien preguntaba en la editorial por ella: -Mira, acércate a la segunda puerta, la oficina pequeña con un sticker de Greenpeace en el vidrio. La chica greñuda con ochocientas pulseras, esa es Sandra. O aquella de: –Es esa que va ahí, con el bolso-casa a cuestas. Le caía bien, la estimaba de verdad, pero lamentablemente no era correspondido. Gabriel no era el receptor que ella deseaba. Él no era ni de cerca el hombre que la entendía en sus elucubraciones. ¡Cuánta falta me haces Ricardo!, escribió en su agenda mística como ella la llamaba, al instante que su compañero de trabajo le preguntaba el porqué de eso de la sugerencia chupando sonoramente lo último de su jugo de naranja. En la décima línea ella apuntó inmediatamente: Help!
Sandra se había acostumbrado a llevar agenda hacía tanto tiempo que pareciera que “siempre” no era la palabra justa. Allí estaban las citas con clientes, las consultas médicas eventuales; los pagos, las ideas para su blog. Pero lo más importante, lo que subrayaba, le ponía exclamaciones múltiples o ridículos corazones eran “los encuentros”.
Miércoles 2. Encuentro 4 pm. Tarzilandia (¡ñomi-ñomi!)
Hoy me haces tanta falta que solamente pueden salir estupideces de mi bolígrafo. Pero no, no es verdad… Pensando en ti escribí algo en un papel durante la reunión, aburrida, pero salvadora gracias a ese recuerdo. Justo debajo de esa frase Sandra había pegado con scotch transparente el poema producido.
Rezumo savia
Gota
a
gota
deslizo entre miembros en eco apetito
Yazgo en templo ardiente
Desde el oráculo entre gradas de espalda
asciende Eros
gi
ros
vuel
tas
danza lunar resplandor
Desde mis cóncavos arcos
estallo en una conmoción
Mixtura de sales y mieles fundidas
las vasijas yacen sedientas Es unísono suspiro


Pero ese recuerdo merece mayor espacio…