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agosto 11, 2010

Agente Astudillo, Ana

Su arma de reglamento es una Beretta 9 mm: negra, maciza, hermosa. Annie se parece a su pistola, solamente que ella es rubia.
Cuando la conocí era fanática del entrenamiento físico. Su presencia era una suma de músculos fortalecidos diariamente. Vestía ropa deportiva muy ceñida y muy escasa. Se maquillaba muy poco. Llegaba al gimnasio con su cabello liso y suelto hasta los hombros, para luego sujetarlo en una cola muy alta. Siempre estaba con una sonrisa haciendo juego a sus pequeños hoyuelos en ambas mejillas. Conversábamos mucho, de todo; nos hicimos amigas. Era encantadora: de buen humor, amable y diligente con todos. Estaba empatada con Julio; yo salía con Álvaro. Seguía su rutina, muy buena, porque ella era toda una experta en el uso de los aparatos. Le gustaba además andar en bicicleta para mejorar su condición, decía ella. Trotábamos con frecuencia.
Hoy cuando la vi caminando por la vereda junto a un compañero, la recordé como en esos años. Nos miramos y le sonreí. Se detuvo. Nos saludamos con una distancia apropiada, sin besos, ni abrazos. Sigue bonita. Usa un uniforme de policía beige con negro. Lleva chaleco antibalas y el cabello corto. Ahora se maquilla, aunque discretamente. Dice que está complacida con el Cuerpo, que le va bien, que ha tenido mucha suerte. Me preguntó por gente amiga, recordamos momentos y mejores épocas. Fueron 6 minutos de preguntas, respuestas, algo parecido a una conversación. No sonríe mucho, aunque al despedirse repentinamente aparecieron los lindos hoyitos y tras un mohín algo tímido, me dijo: ¡cuídate y alerta por ahí!