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enero 10, 2011

Urbanamente = anarquía

Esta ciudad está despojada. Podría apelarse a variados adjetivos para descalificar, pero solo este participio explica lo que nos acontece a diario. No hay resquicio para las buenas maneras. La cortesía y el manual de Carreño son historias de otro siglo.
En el supermercado, solamente están funcionando tres, de ocho cajas. Las filas de carritos esperando turno son largas. La mayoría de las que los empujan son mujeres. De repente, una anciana con dos paqueticos de harina se acerca a una señora ya frente a la cinta transportadora, y le pide, amablemente, si puede cederle el lugar. Aquella mal encarada le dice: ¡lo lamento, llevo una hora en esta vaina… busque la caja para la tercera edad!
Un banco comercial, viernes, quincena; afuera, una lluvia pertinaz. Adentro hay gente que lee la prensa, grupitos despotricando –empiezan por el mal servicio de la agencia y terminan, irremediablemente, con el desgobierno. Algunos entran y salen, casi rítmicamente, junto a las variadas melodías de sus móviles. Ya casi todos se reconocen las caras. De improviso, llega una pareja: el hombre a la distancia le sonríe a una cajera. Se acercan al vidrio, él conversa algo inaudible, se despide, y la mujer, sacando la cédula de su cartera, queda frente a la cámara comenzando su operación. Se arma el barullo. Ella, impertérrita; la cajera, suerte de los tres monitos, pero en una sola cara.
Parece que estamos viajando al revés de Dante. La antigua capital del cielo se ha convertido en un pandemónium. ¿Cuál será la estrategia urbanamente correcta para este mal vivir? ¿Qué urbana mente puede descifrar este embrollo?