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abril 15, 2011

La asignación

Sol me ha contado.
La ciudad se camina haciendo eslalon. De un lado a otro se cruza, se detiene, se mantiene la marcha apurada, siempre así, como siguiendo un disco de 45 revoluciones.
―Desde las veredas de Sabana Grande, bajar hasta Bello Monte, desde allí hacia Los Chaguaramos, es fácil, solamente hay que sortear la fetidez de los malvivientes― dice con su timbre altisonante Claudio, mientras traza la ruta con el dedo sobre el mapa doblado a la mitad.
―Rancios ciudadanos dentro de un espacio cada vez más apátrida― expresa Guillermo en su fraseo de viejo mariguanero. Sus dreadlocks parecen bailar sobre sus hombros al caminar. Su mirada de ojos hundidos, su nariz de lanza y sus labios mínimos le dan un aire intrigante. A Eloísa le parece el tipo de la vida, así lo llama entre nosotras. Lo ve sexy, dice que es una mente. En realidad, simplemente es un carajo del sexto semestre de Sociología que quiere acostarse con ella después del final de “la asignación”. Elo, la naif, no cae en cuenta, pero, eso será otra historia. Nos reagrupamos y empezamos a caminar.
Vamos a paso rápido, debemos llegar temprano. El gallo Claudio –que no sabe su apelativo- comanda nuestra hilera. Luego en orden vamos Efrén, Malu, Eloísa, yo, Katy y Guillermo. Él siempre expresa: “yo cierro el círculo”, una gafedad que se inventó en su habitual jerga psicodélica. El hecho es que siempre quiere estar de último.
Llevamos 25 minutos, ha llovido y los charcos se agrandan, se achican. A veces se da un saltito, otras un rodeo y nos lanzamos a la calle; el corneteo, las mentadas de madre. Seguimos, nada nos para. Finalmente, empezamos a divisar la plaza Las Tres Gracias. Claudio levanta su puño izquierdo, ya conocemos la seña. Poco a poco, como si danzáramos nos desplegamos cada uno a un lado. A mí me toca izquierda y coincide detrás de mí, Guillermo. Avanzamos. Rodeamos al sujeto casi sin ruido.
― ¿Qué eres ahora hermano? ―, pregunta Eloísa al resto de hombre que recostado bajo el monumento de las Tres Gracias, nos mira sin sorpresa.
No responde, solo extiende la mano curtida de pena.
― Hoy, serás Ofelia ― dictamina Efrén. Malu, rápidamente se acerca, se pone en cuclillas y lo inyecta. Y entre todos, lo alzamos. Frenéticos corremos esta vez sopesando ese manojo de huesos fétidos. Llegamos bajo el puente.
―”Una desgracia va siempre pisando los talones de otra”― grita Efrén y en coro respondemos Amén, y lo lanzamos al Guaire.

Eso me contó Sol. Lo lamento.