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abril 19, 2011

Ups!

“Al señor Brian le huelen los pies”, decía como borroneado en la hoja de papel bajo mi teclado. La nota era anónima; la letra parecía de una persona algo nerviosa por los trazos irregulares. Claro, tal vez un grafólogo haría otra interpretación, pero el caso era que parecía, más que una afirmación, una denuncia tremenda. ¿A quién le importaba eso? ¿Acaso a la esposa del señor Brian? ¿Tal vez a un pariente cercano? Además, ¿por qué carajo estaba en mi puesto? En estos pensamientos estaba cuando de repente la señora Ernestina llegó con mi jarro de café, y confesa, me dijo susurrando con un grito contenido en la garganta: ¡no lo soporto! Allí lo supe todo: la señora Ernestina se encarga de la limpieza de la oficina. Ella hace el café, compra las galleticas, está pendiente del papel higiénico y limpia. El señor Brian está en la oficina desde antes que ella llegue y se va después que ha vencido el turno de ella. A él le gusta como ella trabaja y le dice que haga sus labores como si él no estuviera. Entonces la señora Ernestina debe ¡aspirar la alfombra!, mientras el señor Brian mantiene sus pies escoceses fuera de sus zapatos, arriba de su escritorio.
¿Debería ella renunciar? ¿Quién se lo dirá a él? ¡Por qué a mí!