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mayo 05, 2011

Desierto

Una afirmación se apodera de la noche. Sobre su cama, la sábana estirada oculta una vaciedad, enorme como su tristeza. Ella ocupa el lado derecho. Él no está, pero ella permanece justo donde ha venido durmiendo hace ya más de cinco años. Cuatro almohadas se agolpan ahora hacia la izquierda. Martha sentada en la cama, recostada en la cabecera, observa sus pies desnudos, fríos como la soledad. El silencio de la habitación pesa tanto como el de la calle a esa hora. La foto de beso mutuo, la pareja de patos chinos, los dos pequeños moldes con sus iniciales están en la mesa de noche llenos de un polvillo leve. Toda la duplicidad sugerida por el Feng Shui se ha desvanecido. La otra mesa, despejada, solamente tiene encima su celular, encendido.
Un espejo que nada refleja. Una loción que nada perfuma. Unas ganas extintas para siempre.