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noviembre 21, 2011

Cofradía de estrógeno

Ahí vamos de nuevo.
Dice que pasó la página. Asegura que ya no le teme más. Pero muchas de sus amigas sabemos que es falso. Anaís sigue atrapada entre lo que pudo ser y lo que apenas tuvo. Un romance ligero dice ella; ni siquiera eso, me atrevería a decir yo. Más bien como lo que se tiene en una travesía larga, digamos de Barcelona a Lyon, con trasbordos, asientos numerados y un vaivén de miradas furtivas, a lo sumo. Ella ni le dio un beso, ni se acostó con él. Pura adolescencia de corazones flechados y vieja imagen de aquel Tú y Yo.
-Anaís ya creciste... ya cumpliste treinta... es tiempo de dejarse de boberías y tomar el hombre por... bueno, el toro por los cachos como dice el refrán- demandaba Rebeca en ese aire de superioridad amatoria, a tono con la parafernalia que hacía al sorber su blanco de Rías Baixas.
-Ya habló la chica Cosmo...- soltaba Patricia con sorna mientras llenaba su copón de tinto.
-Si, Rebe, la divinamente atrevida... ¡ay por Dios!- respondía la aludida Anaís en tono de fastidio viendo en la carta qué pedir para comer.
Mis amigas, las de siempre, llegaban a la tasca todos los jueves como a las 9. Nosotros, ya sabíamos que íbamos a escuchar risotadas y aplausos de vez en cuando. Ellas se apoderaban del lugar, eran las reinas de los jamones y las chistorras. Antonio las atiende siempre, yo me acerco y comparto, pero debo estar pendiente de las cosas de la cocina, no obstante no me pierdo los cuentos y aunque voy y vengo, entre las comandas siempre puedo participar del cotilleo.
-Te pongo en autos Ángela, siéntate- ordenaba Marta como es usual- Anaís no aceptó la invitación de fin de semana. Anaís no consideró ir a la fiesta en el club. En fin, ella no dio las señales correctas, así que Roberto dijo ¡paso!. -Obviamente por lo demás- dictaminaba Rebeca dirigiéndose a mí, interrumpiendo la voz grave de Marta- ni tonto que fuera- rematando la frase con una batida de pelo.
-Okey estamos hablando de Anais con Anais en presencia, se acuerdan chicas...-soltaba Patricia en su ironía particular.
Es genial Pati. Con sus ojos achinados muy negros, su cabello teñido de rojo en contraste con su piel blanquísima y ese mohín coqueto, se mantiene como una adolescente. Es de mis mejores amigas, la más sincera del grupo. Siempre conciliadora, intentando hacer de las reuniones un espacio para estar felices todas. Claro, no siempre se logra. En un grupo de amigas siempre nos soportamos unas a otras: la irónica, la que no quiebra un plato, la mandona, la sabia-culta-la-más, en fin, la cofradía de estrógeno. Yo soy, digamos... a ver... la más normal. Aunque normal no sería el término adecuado. Tal vez según Rebeca yo soy la que tiene menos glamour: profesional que no ejerce, heredera de tasca española, casada con aburrido y de eterno viaje anual a Europa por vacaciones.
-Bueno, la verdad es que no me da mucha nota hablar de Roberto hoy, en serio, prefiero escuchar sus cuentos, que despellejemos a otra... denme un respiro please...- alegaba en su defensa Anais, la buenecita, la tímida, la que siempre sacó las mejores notas en la universidad. Hacía una semana que había estado de cumpleaños y sus amigas le habían prometido, cada una, conseguirle novio. Algo así como un paquetico listo para casarse. Yo no me sumé a eso, no tengo mucha experiencia en el tópico, además llevo años con el mismo.
Rebeca es divorciada y promiscua y según dice ella, feliz. Patricia tiene siete años de casada, un bebé en planes desde hace cuatro y dos carreras universitarias para quitarse la frustración... Marta ha pasado por dos intentos de boda, pero todavía no se convence que la del problema es ella, no obstante sigue en el loop de sus ex. Anais, en fin, ahora todas giran en torno a Anais y sus treinta alejándose del tren... No hay mucho más que decir de mis amigas. Ellas viven su vida tapando sus alergias... sus frustraciones. Ellas conforman una selecta muestra hormonal de sinsabores. Cada una persigue un sueño; compartimos ausencias llenándonos de nosotras mismas: hablando de nosotras, ¡qué mejor cosa podríamos hacer!