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enero 27, 2012

El número 3 de la lista

Una idea clara: buscarlo en Facebook. Primer nombre, primer apellido. No. Nombres y apellidos completos. No. Apodo y apellido del padre. Tampoco.
El salón estaba a medias. El timbre había sonado y estaban solamente aquellos que no tenian intenciones de luchar por medio litro de Rikomalt y un pan con queso. Algunos sacaban de sus bolsos arepas con manufactura de madre abnegada. Otros hacían encargos a los más temerarios en las filas de cantina. Ella se quedaba, él también. Compartían desayuno (¿o en realidad no?); casi no hablaban, solamente risas, constantes, absurdas, los separaban. Estaban siempre adheridos en las pupilas. Ella tenía memoria fotográfica de la cara de él. Sabía con precisión el número de lunares, las pequeñas marquitas de lechina infantil; él había entendido que el cabello de ella se enrulaba diferente si llovía o hacía frío. Una vez él le dijo que le gustaban sus labios, ella sintió desmayarse. No le gustaban las matemáticas; adoraban castellano y francés. Se aburrían con latín. Ella adoraba a la profe de sicología; él era ahijado de la subdirectora.
La cuatro-ojos Ramírez: ¡más fea y vieja!= Ignorar. Responder a la solicitud de amistad de Carolina Páez. ¿La chama que se empató un fin de semana con Marcos? ¿Se llamaba Carolina?, ¿no era Oriana? "¡Orin-ana! ¡vaya al baño!" ¡Ah sí! "Oriana Carolina Páez Zuleta, pase al pizarrón". ¿Por qué la gente se cambiará el nombre en las redes sociales? Nuevo intento: segundo nombre, segundo apellido. Nada.
Aquella mañana a la cuarta hora tenían examen de inglés. Era pan comido, pero Ismael ya estaba preparando los dobleces perfectos de su chuleta. Ella le preguntaba a él si había estudiado (¿o le dijo que estudiara un poco?). Rosa Rincón tomaba la tiza y comenzaba a dibujar corazones. La docena que estaba en el aula silbaba ruidosamente. Un shiss susurrante recordaba a los bulleros que estaban cerca de seccional. Se paraba ágil el negro Carlos Gardié y dibujaba un corazón traspasado por una flecha, adentro, las iniciales JC y AS. Ella enrojecía y con el grito de ¡gafo! ocultaba su complacencia.
12:36, suena la reja del estacionamiento. ¿Cuánto tiempo lleva en eso? La quietud de la casa la trae de vuelta. Se dice que hará el último intento: buscarlo por el nombre del colegio. Nada, otra vez. ¿Por qué nunca me pediría empate? ¿Cómo le habrá ido en su quinto año, fuera del colegio? ¿Qué habrá estudiado en la universidad? ¿Tendrá hijos? ¿Estará vivo?