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julio 20, 2013

Plano carnal

El hombre de la tarde
tenía manos de arquitecto.
Mis poros, adoquines.
Mi boca, puente.
Erigió la erección de mi pezón
y tras del deseo
en el boulevard de mi espalda
comenzó el conjuro de su aliento.
Fluidos en aleación.

Su olor, un solo sentido.
Fui solo un sentir. 
Ahora le vigilo el sueño.
y temo no haberle aprendido.

Por sus hombros se coló otro atardecer,
mundano y bohemio.
Mi cuerpo, su firma.