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mayo 24, 2015

Géminis

Dicen que en su habitación, el visir guarda una lúa que le perteneció al Cid. En ocasiones, algún criado contó que lo vio yendo a la torre y cubierta su mano izquierda, la alzaba al cielo y dirigía un exaltado canto invocando al viento del Norte. No se sabe qué pedía… si era un petitorio acaso, esa expresión dicha con voz grave, a sabiendas de la preocupación que le dejaba tener agua y arena en sus propias manos: sus hijos, dos espíritus como ráfagas, uno como Levante, otro más parecido a Altano. Un constante desencuentro. Uno, quiere saber sobre el origen del mundo escuchando a sus tutores seriamente; el otro, solo quiere volar libre sobre el mar y descubrir nuevas tierras.
Ha ideado el visir una prueba de coraje, un reto que suponga que sus queridos herederos puedan llegar a acuerdos. Por eso ha decidido traer al más noble de sus afectos. Lo guarda en otras tierras, aquellas de salientes rocosas y acantilados milenarios que lo acogen cuando desea reencontrarse con su origen. Allí lo cuidan con más afecto del que se puede ordenar.

Llega el emisario con el halcón adorado. Su plumaje recio, sus miembros robustos, un pico fuerte y cortante, su cabeza cubierta con una caperuza de cuero con un breve penacho de cuerillo que lo ciega. Será este rapaz quien decida el destino del linaje del visir. Alzará vuelo, se posará en el antebrazo escogido y girará su mirada hacia el heredero primero.

(Serie Astrología)