Los de la corte están sorprendidos. No puede hacerlo, dicen. Él insiste que sí puede. Es cuestión de sentido común. Avanza. Se ahorra las dudas. Su convicción es firme. Ha dejado de ser un bufón simplemente. Sabe que lo conocido es seguro. Le teme a los cambios, pero la persistencia es su sello personal. Le hace caras, guiños, se atreve divertido. Aquel lo ve, suelta aire, apresta el brazuelo, la tierra se levanta polvorienta. Da una vuelta, se alza el morrillo.
El bromista juguetea y hace una cabriola, todos dicen que aquel no va a dejarse. No hay mago Merlín para que con una varita mágica, ¡plin!, todo lo resuelva. El público grita que no sea ilógico e irracional y le clama prudencia. Él aduce que está acostumbrado, que solo es cuestión de tiempo. El tapiz de Venus en el castillo le ha servido de inspiración, tan solo dos saltos más y estará encima. Este saltimbanqui es tan empecinado como aquel de testuz firme.
Lo llaman salvaje, es un obstinado. Ha alzado su cresta, ha elevado su cuello ancho y fuerte. No hay razón para sentir que hay que tomarlo por los cuernos, si bien se puede, tan solo, hacerle una cosquillita por allí, por allá y toda su terquedad se deshace.
(Serie Astrología)