Siente que sobre sus hombros está el futuro de su gente
y eso lo atormenta continuamente. Está harto de luchas sangrientas, saqueos y
pillaje. Disfruta, es verdad, de los relatos entre sus hombres al pie del fuego;
beber y comer opíparamente, reírse con las ocurrencias de algunos de los más
jóvenes de su clan. Pero también le gusta aislarse, para ello se aleja de su
embarcación y sube a las montañas cercanas. Desde allí contempla el otro verde,
el sólido, el más fragante, su refugio. El mar le ha curtido el ánimo, no
obstante le debe todo lo que es. Allí se siente poderoso, es venerado por los
suyos, es el guía, el más temerario. A veces le cuesta relajarse y ser
espontáneo cuando está rodeado de esos hombres sanguinarios repletos de hachas,
espadas, dagas, mazos. Eso de ser el jefe le ha traído a sí mismo algunos problemas.
Su tendencia a considerar sus necesidades emocionales como señales de
debilidad, lo han hecho ganar peso y cuando corre o pelea se está cansando
mucho. Dentro de él hay un ser que desea esconder su propia vulnerabilidad. Por
eso, cuando sube a las cumbres repletas de rocío tempranero, silba a los pajaritos
del bosque, canta con su voz de barítono junto al riachuelo, sueña con dejar
sus batallas, olvidarse de conquistar nuevas tierras y solo desea tener un
castillo, una buena mujer que le cocine muy bien, criar a sus perros y sobre
todo, más que nada, recitar sus poemas amorosos y cantar loas a sus dioses a
viva voz.
(Serie Astrología)