La invitación al baile la hizo ella con mucha
dedicación. Quizá la palabra sería con extremo cálculo porque esta oportunidad
la ha esperado largamente. La lista es enorme tanto como el ocio reinante. Lo
mejor de la corte y sus vecinos arribará al atardecer. Muchos habrán viajado
muchas leguas para disfrutar del festín. Nadie querría perderse ese encuentro
de máscaras. Todos saben que ella es una anfitriona extraordinaria. Ha mandado
a decorar palacio con las telas más hermosas: sedas, brocados, damascos, todo
bellamente bordado con hilos de plata y oro. Todo lo tiene planeado, -le aterra
no poder controlar algún olvido-, por eso la perfección en el banquete, los
músicos, el divertimento. Allí estará la mejor parte de la fiesta. Le encanta,
con la excusa de las caretas, jugar a decir verdades, esas faltas que conoce de
sobra entre sus invitados. Será una buena jugada, cree ella, para zafarse para
siempre de desleales y farsantes.
Ha ideado un traje especial: un corpiño de talle corto,
la falda amplia, un sobre-vestido con sisas grandes por donde pasan las mangas
ajustadas. Una gola multicolor cubrirá su cuello. Ella en su fiesta nocturna
será como el arcoíris. Su cabello peinado hacia arriba en un moño alto. Alta su
frente, crecido su ingenio. Tiene preparado los dardos y empezarán durante la
comilona en el palacio. La noche será larga y la cena se servirá fría.