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diciembre 27, 2015

Besos a la espera

Se pierden los besos. Se van con el tiempo. Caen como hojas, se pudren en la arboleda desnuda. No los ves aparecer tras los abrazos matutinos, con sabor a té tibio, pan tostado y crema de leche.

Los besos se alejan de las puestas de sol, y como reflejo, el romance se esfuma con las nubes. Se tornan más fríos los pies en invierno. Entonces, caes en cuenta que la estación se llevó aquel amor que escribías con tinta roja. Ese que subrayabas, escribías con letras enormes. Ahora te das cuenta que amor lo escribes con lápiz y no hay besos de buenas noches.

Olvidé los besos. Me olvidé, también, de las palabras dichas. Esas expresadas en tonos variados. Dejé de ser la parlanchina que siempre creí que fui. La verdad solo hablaba conmigo. En mi mente fluía una conversación animada. Solo dentro de mí iban voces en charla. Interrogantes, respuestas. Comentarios, observaciones. Críticas, alabanzas. Pero todo sucedía en mi cabeza. En esa llena de rulos, donde están mis ojos de ilusa, donde permanece cerrada mi boca, donde quedan mis labios resecos, sin besos.

Pero ahora, solo practico mi silencio, y en él navegan mis besos, acurrucados entre mis labios, en su guarida tibia, a la espera.