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marzo 07, 2017

La costra constante


Tengo la sana costumbre de releerme antes de darle a la máquina la orden de imprimir o de enviar el mensaje. Gajes del oficio, le dicen. 

Cuido de expresarme con corrección, además soy una crítica quisquillosa de la palabra bien dicha. Pero cuando al volver sobre las categorías gramaticales que he ordenado, no puedo sino sorprenderme. Allí me detengo y pienso porqué estoy escribiendo con tanto odio. 

Son apenas 140 caracteres, pero rezumo rabia en cada sustantivo, en cada adjetivo que selecciono preciso, en cada verbo que uso emocionalmente. El resultado, puro sarcasmo.

Las noticias de mi país y la verdad que sufren mis afectos es muy fuerte. Siento que mi aporte es muy poco. Me siento incapaz de solventar esas situaciones que sufren. Es una sensación absolutamente desoladora.

Sin embargo continúo. Leo y escribo. Lo primero para saber, lo segundo para desahogarme, y es allí, en mi descargo, donde mi país me duele más.

¿Qué puedo hacer ante tanta maldad de un gobierno funesto? ¿Cómo puedo no sentirme tocada por todas las historias que escucho o leo, una peor que la otra? ¿Cómo me despego de Venezuela?

Mis amigos me dan su fórmula: "mantenerse enterado pero sin involucrarse demasiado. Pasar la página y seguir. Concentrarse en pagar los bills, eso no para".

Mi país, la costra constante en mi corazón.