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octubre 13, 2017

Mientras leo

Mientras leo caigo en cuenta de ese privilegio de leer y escribir. Disfrutar la lectura en silencio y apiadarse de la mala escritura bajo nuestras yemas.

Sortear la bonanza de un texto impecable entre algún gazapo escurrido entre dedos, esas faltas que saltan, te pinchan un ojo y te hacen ir al inicio para releer el nombre del autor.

Gozar de finales magníficos y releer aquellos de tus obras favoritas, solo para sonreír una vez más.

De tanto en tanto volvemos a los libros del afecto, a esos padres literarios que siempre nos regalan enseñanzas...

Alguien ha escrito que somos producto de nuestras decisiones no de las circunstancias que nos rodean, de ser eso verdad, entonces a veces hemos errado seriamente... No obstante, las oportunidades para enmendar esas "metidas de pata" importantes para nuestro desempeño, bien podrían ayudarnos a definir la nueva ruta que deberíamos tomar si viviéramos sin miedo, como personajes de Tolstoi o de Víctor Hugo, como si alguien fuera dictándonos qué hacer, un escritor que no sabe para dónde nos va a llevar, pero tiene el deseo de hacernos crecer en cada página.

La vida se parece a la literatura, aunque la verdad esto es una tontería porque ciertamente es la literatura la que juega a mostrar vidas inmortales que se hunden, se salvan, persisten en sus malas decisiones e incluso nos enseña a perfeccionar esta simple existencia como mortales.