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marzo 23, 2020

Tricotilomanía

La primera vez le quedó una pequeña muestra de sangre en sus dedos. Fue una sensación extraña. Algo en ella le produjo satisfacción más allá del dolor. Para ese momento no podía entender que esa acción repetitiva la iba a conducir a un trastorno mayor que crecería tanto como su cuerpo.
De ser una niña tímida y huidiza, se transformaría en una mujer insegura, siempre adolorida.
Solo después de muchos años pudo saber el nombre de eso que se hacía a sí misma, a hurtadillas y en secreto, dentro del baño, en el patio del colegio, en el descanso de la jornada laboral.
Lo supo cuando su pasado le pesaba tanto que quitarse su propio cabello era un alivio que la hacía sentirse menos culpable. Aquella violación la había marcado en esa edad donde las heridas del daño se hacen grietas que se mantienen abiertas toda la vida.
Cuatro años. 28 años. Su cabello, su cuerpo, su yo repleto de dolor.